Virginia Woolf (1882-1941) es considerada una de las precursoras del feminismo y figura clave del modernismo literario del siglo XX. Su obra se caracteriza por el estilo poético y por el carácter autobiográfico.
Generalmente cuando oímos su nombre pensamos en Un cuarto propio, un ensayo que reflexiona sobre la importancia de la educación en las mujeres y su papel en la literatura. Es importante mencionar que esta obra se destaca por incluir un análisis socio-político de la época desde una perspectiva de género.
También podríamos pensar en Orlando o La Sra. Dalloway, dos de sus novelas más reconocidas. Pero, en particular, me interesa detenerme en algunos de los artículos que escribió al comienzo de su carrera para The Times Literary Supplement, el suplemento literario de The Times.
En dichos artículos podemos ver otra faceta de Woolf: lectora.
Leer una novela por segunda vez es un reto mayor que leerla por vez primera. Devorar las páginas conteniendo el aliento está muy bien para empezar. Pero no es la mejor manera de leer a conciencia
(2021, pág. 96)
Este fragmento pertenece a un artículo titulado Releer novelas, en el cual nos marca la importancia de la lectura activa. ¿Y qué es esto, lectura activa? Pues nada más y nada menos que leer de modo consciente, entendiendo lo que estamos leyendo. Suena muy simple, pero requiere cierto trabajo de parte del lector ya que debe pensar críticamente lo que ha leído. De cierta manera implica que nos involucremos, que tengamos una especie de conversación con el texto.
Quizás han notado que después de una relectura logran captar conceptos e ideas que pasaron por alto. Esto se debe, en palabras de Woolf, a que “en una segunda lectura somos capaces de utilizar nuestras observaciones desde el principio, y son mucho más precisas” (2021, pág. 10). Por eso, las relecturas no necesariamente son una pérdida de tiempo.
Competencia del lector
¿Leímos el libro como estaba destinado a ser leído, o acaso no lo redujimos al caos a través de nuestra propia incompetencia? Recordemos que las novelas, por encima de todos los demás libros, están llenas de tentaciones. Nos identificamos con tal o cual persona. Nos aferramos al personaje o a la escena con que congeniamos más. Dejamos volar la imaginación caprichosamente entre un punto y otro. Comparamos el mundo de la ficción con el mundo real y lo pasamos por el mismo rasero.
(2021, pág. 99)
Woolf también nos invita a pensar en nuestra capacidad como lectores, ¿estamos comprendiendo realmente lo que el autor pretendía decir, o elegimos otro camino?
Aquí me atrevo a decir que no es del todo negativo explorar otras opciones. Muchas veces, como lectores, vemos conexiones que el autor no tuvo en cuenta. Ya lo dijo Montaigne (1533-1592) en uno de sus ensayos: “El lector capaz descubre a menudo en los escritos ajenos otras perfecciones que las que el autor ha puesto y advertido en ellos, y les presta sentidos y aspectos más ricos.” (Montaigne, 2016, pág. 173)
¿Qué intento decir con esto? Que al momento de leer un texto, no deberíamos descartar todas las ideas y conexiones que invaden nuestra mente. Muchas de esas ideas pueden ser valiosas e incluso agregar aspectos inesperados a la lectura.
Bibliografía
Montaigne, M. (2016). Los ensayos: Según la edición de 1595 de Marie de Gournay. España: Acantilado
Woolf, V. (2021). Genio y tinta. Buenos Aires : Lumen.
Artículo de:
Carolina Arraigada Juarez (autora invitada):
Estudiante de Letras (UNRN – Argentina). Ayudante de biblioteca. Coordinadora del club de lectura de la Asociación Biblioteca Sarmiento (Bariloche).
Imagen | Wikipedia
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